jueves, 11 de noviembre de 2010

Actuación en el aula ante un niño con dislexia.

En primer lugar, debe quedar claro que los alumnos disléxicos pueden tener éxito en sus estudios: lo único que ocurre es que necesitan un tipo de enseñanza diferente. El sistema educativo basado en la lectoescritura no se ajusta a ellos, no es que ellos no sean aptos para el aprendizaje.
Los problemas asociados a la dislexia están presentes en aproximadamente un 10% de la población. Por lo tanto, lo normal será que, al menos un niño de cada grupo sea disléxico.
Parece claro que no hay una única dislexia, sino niños con dislexia, cuyas dificultades no son idénticas y necesitan intervenciones adaptadas a su naturaleza y gravedad. Se impone, por tanto, una intervención personalizada y multidisciplinar. Es importante un conocimiento tanto cualitativo como cuantitativo de las características concretas del niño, antecedentes familiares, primeras etapas de su desarrollo, habilidades básicas, integración y organización neuropsicológicas, etc.. Una vez diagnosticado, el currículo tendrá que adaptarse a las necesidades del niño, que precisa métodos de enseñanza distintos a los convencionales, más tiempo de aprendizaje y mucho apoyo emocional; precisa de una enseñanza ”multisensorial” que le proporcione diversos medios de estimulación que refuercen e integren las habilidades básicas.


Por lo tanto, el maestro o profesor deberá:
¨ Ser positivo y constructivo.
¨ Aceptar el hecho de que el niño con dificultades específicas de aprendizaje podrá tardar hasta tres veces más en aprender y que se cansará rápidamente.
¨ No se debe tildar al alumno de estúpido o de vago, ni ser sarcástico con él. ¨ Cerciorarse de que el entorno educativo es estructurado, previsible y ordenado: los niños con dificultades de aprendizaje responden más favorablemente cuando se dan estas condiciones.
¨ A estos niños no los motivarán los sobornos, amenazas o súplicas para que haga un esfuerzo”. Esto no mejorará sus resultados ya que lo que necesita son explicaciones e instrucciones más claras, más lentas o con más repetición.
¨ Elogiar sus capacidades y aprovechar sus puntos fuertes para enseñarle mejor.
¨ No pensar que la familia lo sobreprotege ni que “son ellos los que están ansiosos con el problema”. Tanto el niño como su familia viven un auténtico infierno hasta que la escuela adapta su metodología, y aún entonces deben colaborar de manera muy superior a las familias sin estas dificultades. En general, un disléxico sin apoyo familiar está abocado al fracaso. La escuela debe colaborar con la familia y contar con ella para la toma de decisiones metodológicas y evaluadoras.

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